Tal y como
el título indica, la intención de este escrito es plasmar
una serie de reflexiones y consideraciones sobre la enseñanza-aprendizaje
de una lengua extranjera desde el punto de vista del quehacer diario
dentro del aula. Los pensamientos que aquí se puedan reflejar
surgen de analizar diferentes conferencias, artículos, ponencias
e intercambio de experiencias entre maestros de inglés principalmente.
No pretendemos
hacer un estudio teórico profundo con sus correspondientes fundamentos
pedagógicos, filosóficos, psicolingüísticos,
sociológicas, etc, pues no es ésta la especialidad del
autor del texto. Más bien, queremos ofrecer el punto de vista
de quien ejerce su labor profesional enseñando inglés
en un contexto escolar, en concreto, en la educación primaria
de un colegio privado trilingüe.
ENSEÑAR
UNA LENGUA ES ENSEÑAR A COMUNICARSE
Evidentemente,
esta afirmación no descubre nada nuevo a quien esté inmerso
en el mundo de la educación, en el mundo de la enseñanza
de un idioma. Es obvio que el último fin, el objetivo tendencia,
es lograr que el alumno sea capaz de comunicarse (oralmente o por escrito)
con otras personas empleando el idioma objeto de enseñanza. Teniendo
en cuenta esta finalidad, cabe plantearse algunas preguntas: ¿qué
es comunicarse?, ¿es suficiente con hacerse entender y comprender
más o menos los mensajes que recibimos?, ¿estamos hablando
de una comunicación con "calidad lingüística"?
Tal vez
las respuestas vienen dadas por la naturaleza misma de la enseñanza-aprendizaje.
Esta naturaleza nos habla de proceso y, como en todo proceso, existe
una progresión adquisitiva que es lo que nos dará la referencia
para estimar si estamos logrando el objetivo comunicativo. No podemos
pretender que los alumnos se comuniquen perfectamente desde el primer
momento. Sí, es algo tremendamente evidente para todos, pero
sin embargo no es nada extraño encontrarse con profesionales
del medio con un cierto sentimiento de frustración cuando ven
que tras un año, dos, o más de impartir la asignatura
del idioma sus alumnos no "producen".
Debemos
ser más pacientes y poner la mirada en la adquisición
natural de la lengua madre (L1), un proceso en el cual el niño
no comienza a "producir" ciertos elementos lingüísticos
hasta que cumple su primer año de vida (básicamente vocabulario
suelto). Y han de pasar habitualmente dos años para que el niño
ponga en marcha su capacidad comunicativa, eso sí, en unos contextos
limitados, con una "calidad lingüística" moderada
y con un bagaje de vocabulario no demasiado amplio (y siempre hacemos
referencia al lenguaje oral). No hay que olvidar que estos logros surgen
de una predisposición genética y un periodo sensitivo
determinado para adquirir lengua; de una exposición constante
a esa lengua; de unos vínculos psico-afectivos particularísimos
con aquellos que son sus principales "profesores de idiomas":
los padres.
Sin embargo,
muchas veces pretendemos pasar por alto que cuando enseñamos
una segunda lengua (L2) en un colegio, no se cumplen todas esas "condiciones
ideales" que impulsan la adquisición de la L1. Pensamos,
en todo caso, que la madurez intelectual correspondiente a las edades
con que trabajamos suplirá en gran medida la ausencia de las
características propias de la adquisición natural del
lenguaje. Perdemos de vista que la adquisición de una L2, en
especial la que no está enmarcada en un contexto sociocultural
y lingüístico cercano, también tiene una serie de
particularidades que "estiran" el proceso en el tiempo y que
los logros no deben se medidos en plazos de "inmediatez".
Cuando
enseñamos la L2 contamos efectivamente con nuevos elementos que
influyen de manera decisiva en el proceso de aprendizaje: se pierde
"naturalidad" en el proceso, se tiene ya un poso lingüístico,
la exposición al idioma es reducida, se aprende en una clase,
no existe un gran vínculo psico-afectivo con el modelo, existe
una valoración-evaluación continua de logros, se parte
de intereses artificiales, se difumina la personalización del
aprendizaje, etc., etc., etc.
Si somos
conscientes de todas estas realidades, estamos en disposición
de abordar la labor educativa desde unas premisas que nos van a ayudar
plantearnos unos objetivos parciales mucho más realistas y efectivos.
Sí, tenemos que lograr que los alumnos se comuniquen, pero está
claro que debemos ir alcanzando progresivos y personales grados de comunicación.
Es importante no pasar por alto el término "personales".
Como en todas las áreas de aprendizaje, cada alumno tiene su
personal ritmo de aprendizaje y, además, en el caso de un idioma,
la expresión de logros es precisamente eso, la expresión
del lenguaje, aspecto en el que juega un papel importantísimo
la personalidad psico-social del alumno. Hay quien por timidez, no es
capaz de mostrar las destrezas que efectivamente ha ido adquiriendo.
En tal caso, no podemos buscar el 100% de éxitos, ni el 90, ni
el 70, de hecho no podemos valorar el aprendizaje de la lengua de un
grupo determinado en términos estadísticos, puesto que
es tremendamente difícil evaluar la competencia comunicativa
de forma global. Estaremos realizando una buena labor si percibimos
en cada uno de los alumnos un progreso adecuado a los estímulos
que ha recibido desde su particular situación y personalidad.
Sorprende descubrir a alumnos, que durante años no han "demostrado"
su capacidad de comunicarse, siguiendo e incluso manteniendo una conversación
más o menos fluida en la L2.
ENSEÑAR
A COMUNICARSE EN EL CONTEXTO ESCOLAR
Hemos
hablado de la adquisición natural del lenguaje. La Naturaleza
es sabia y por lo tanto proporciona al sujeto las mejores circunstancias
para el aprendizaje de la L1. Entonces, ¿podremos "imitar"
de alguna manera esas circunstancias en el contexto escolar para enseñar
la L2? En cierta medida, sí. Y nuestra labor como profesores
consistirá precisamente en procurar llevar a cabo esa "imitación"
y, a la vez, "enfrentarse" a las limitaciones y sacar provecho
de las características propias del aprendizaje de la L2 en un
aula.
Naturalizar
el proceso
Tal vez
esto sea lo más difícil de alcanzar, puesto que el proceso
de aprendizaje de la lengua es muy personal y es muy complicado crear
un ámbito en el que cada uno de los alumnos se encuentre "como
en casa". De todas formas sí que podemos emplear determinadas
estrategias para crear un espacio que potencie las disposiciones del
niño para ir recibiendo el "input" lingüístico
adecuadamente:
* Crear
un ambiente agradable, en el que el niño se encuentre lo más
cómodo posible. La decoración del aula, la forma de hablar
del profesor, los textos e imágenes que se utilizan... tienen
que aportar al niño un espacio en el que el hecho "estoy
aquí para aprender, para sacar una nota" quede en un segundo
plano.
* Hay
que crear un ambiente de confianza, en el que el niño pueda hablar,
preguntar, hacer aportaciones, etc. sin el miedo a ser corregido. Esto
no significa que no deba existir un "feedback" que permita
al alumno reconocer sus errores, pero todos sabemos que hay maneras
muy diferentes de hacerlo. Tal y como dice Isabella Hearn "el error
es una renovada oportunidad para lograr el éxito".
* Poner en práctica procedimientos y actividades lo más
cercanas posibles a los intereses y capacidades del alumno. No le hablemos
a un niño de 6 años sobre la polución, por ejemplo,
y si lo hacemos que sea de forma que acerquemos la temática al
alumno y no a la inversa. Es importante conocer las características
psico-evolutivas de las edades con que trabajamos y, no menos importante,
hay que estar al día de los intereses de los chicos en la realidad
sociocultural en que se desenvuelven (qué ven en la televisión,
qué libros les gustan, qué personajes les llaman la atención,
a qué juegan...)
* Hacer que las actividades de aprendizaje sean reflejo de situaciones
reales en las que los niños participan en su vida normal.
* Fomentar al máximo el interés para que los alumnos sientan
la necesidad de conocer la lengua nueva y emplearla para poder actuar
en las actividades propuestas. El juego adquiere aquí un gran
valor.
El
vínculo psico-afectivo
Los profesores
no somos los padres de nuestros alumnos. Somos personas cuya función
es formar a otras personas y para ello tenemos que manejar términos
como autoridad, exigencia, motivación, colaboración, ayuda,
guía, evaluación... Además, un profesor no es sólo
profesor de su asignatura, sino que también ejerce su labor en
todo momento y sin perder de vista la educación integral del
alumno.
De todas
formas, nada de esto es incompatible con intentar crear lazos afectivos
con los alumnos, de hecho la mejor manera para para que un niño
aprenda algo de nosotros es que sienta una cierta complicidad con quien
le enseña. Hay que lograr que para el alumno sea una satisfacción
mostrar al maestro lo que ha aprendido porque éste comparte con
aquél la alegría de sus éxitos. El niño
ha de percibir el fracaso o el error como una oportunidad de pedir ayuda
al profesor para que la próxima ocasión el resultado sea
el deseable para ambos. El alumno debe asumir que su profesor le está
ofreciendo una oportunidad de aprender algo para mejorar, para que esa
mejora le haga sentirse más a gusto consigo mismo y para que
lo aprendido le sirva para disfrutar más.
La
evaluación formativa: un medio más en el proceso
Sin duda,
tal y como ya hemos apuntado antes, una de las tareas del maestro es
evaluar el trabajo y los logros del alumno. Sin embargo, la mayoría
de las ocasiones tenemos una visión mutilada del valor de la
evaluación; la interpretamos como la mera puesta en práctica
de unas actividades para constatar la adquisición de conocimientos.
La evaluación
formativa es la que nos debe interesar principalmente. Ha de ser un
evaluación integrada en el proceso de enseñanza-aprendizaje
que implique a todos los elementos del mismo: profesores, alumnos, materiales,
procedimientos... La evaluación es un elemento que debe ser continuo
y que nos va a permitir valorar si los medios que se están empleando
(por parte del profesor y del alumno) para la consecución de
los objetivos están siendo los adecuados. Por tanto, tiene que
servir para hacer cambios "sobre la marcha" y el niño
debe percibirla como un medio para que su aprendizaje sea más
sencillo y efectivo, no como un elemento externo para "sacar una
nota". El profesor debe llevar una observación constante
del proceso y es de esta observación de donde sacará conclusiones
sobre el progreso de cada alumno valorando los medios que se han puesto
en marcha para alcanzar los objetivos previstos. La evaluación
formativa hace al alumno protagonista consciente de su proceso de aprendizaje.
Aumentar
los tiempos de exposición a la L2
30, 45,
50 ó 60 minutos... Normalmente es el tiempo que dura una sesión.
Este es el tiempo que el alumno "trata" con el idioma y "se
maneja" en el idioma. Mencionábamos con anterioridad que
el tiempo de exposición incide de forma rotunda en el aprendizaje
de una lengua. Si mi tiempo como profesor es tan limitado ¿cómo
puedo aumentar los momentos de contacto de mis alumnos con la L2? Hemos
dicho que somos profesores en todo momento, no sólo de nuestra
asignatura, pero también. Por lo tanto es importante lograr que
los alumnos nos identifiquen con la L2 que impartimos y nosotros debemos
fomentar que empleen la L2 en todas las circunstancias posibles: en
el comedor, en el autobús, en el patio, en las excursiones. Además,
si hemos establecido unos buenos vínculos afectivos, los niños
tendrán interés en comunicarse con nosotros y en enseñarnos
que son capaces de hacerlo en nuestro idioma. Más aún
¿por qué no valorar estos periodos comunicativos como
un aspecto más de evaluación? E incluso ¿no es
acaso una manera más real de observar el empleo natural de la
lengua por parte de nuestros alumnos? ¿No es una oportunidad
excelente para que los niños puedan expresarse sin la posible
"artificialidad" que se da dentro del aula? ¿No es
la mejor manera de contextualizar el uso del idioma? Nos atrevemos a
dar una respuesta afirmativa a cada una de estas preguntas. Sacar el
idioma fuera del aula es una ayuda extra para los alumnos y los propios
profesores.
Personalizar
el aprendizaje: la neurolingüística entra en juego
Decíamos
al comenzar este artículo que no pretendíamos hace un
estudio teórico profundo y no lo vamos a hacer. Sin embargo,
cabe hacer referencia a los más recientes enfoques en la explicación
de los procesos mentales que nos hablan de las "inteligencias múltiples".
Nuestro cerebro emplea diferentes estrategias para procesar la información
que recibe del exterior y alguna de estas estrategias pueden ser más
predominantes en un sujeto o en otro. Estas predominancias definen diversos
estilos de aprendizaje. Algunos alumnos reciben mejor la información
de forma visual, otros de forma auditiva, otros a través del
movimiento... Por lo tanto, un modo de personalizar la formación
de nuestros alumnos es desplegar en clase actividades diversificadas
en su forma que respondan a procedimientos o conceptos comunes, de manera
que variamos los enfoques para que cada alumno pueda recibir el "input"
lingüístico en su estilo más apropiado.
El
poso lingüístico previo y la madurez intelectual
No podemos
olvidar que cuando un alumno comienza a aprender la L2, ya conoce otra
lengua, su lengua madre. No trataremos aquí de las interferencias
que este hecho provoca en el aprendizaje del nuevo idioma, pero sí
podemos apuntar algunos aspectos beneficiosos del mismo:
* Podemos
acercar el nuevo idioma a los alumnos haciéndoles reconocer las
los "préstamos" que su lengua madre ha recibido de
nuestra L2.
* Podemos
aprovechar el paralelismo entre estructuras lingüísticas
comunes a ambas lenguas para ofrecer ejemplos o explicaciones.
* Podemos emplear la lengua madre en momentos puntuales para ofrecer
ejemplos o explicaciones.
Por otro
lado, la creciente madurez intelectual de los niños a lo largo
de los cursos, nos permitirá ir dando paso progresivamente a
la reflexión lingüística por parte del alumno. Esta
reflexión hará que el niño pueda aplicar y deducir
reglas y, a la vez, ir interiorizándolas de manera que a la hora
de producir, recurra a las mismas de forma cada vez más natural
e inconsciente.
Para concluir,
sólo quisiéramos reiterar que este artículo no
es más que una aproximación a algunos aspectos didácticos
referentes a la enseñanza de la L2 con intención de ofrecer
ciertas pautas a quien comienza a dedicarse a esta labor. Finalmente
queremos resaltar alguna de las consideraciones hechas:
* la competencia
comunicativa se logra a través de un proceso prolongado en el
tiempo;
* siempre
hay una etapa previa de adquisición antes de la producción;
* los logros llegan a medio y largo plazo;
* el proceso de aprendizaje es personal, y en cada sujeto tiene un ritmo
y estilo diferente;
* integrar la evaluación formativa es la mejor forma de asegurar
la efectividad del proceso de enseñanza-aprendizaje;
* conocer al alumno nos permitirá acercarnos a sus intereses
y aumentar la motivación.